( Publicado el 12 de enero de 2012)
Mientras millones de personas están sufriendo las consecuencias de la crisis, la mayoría de la sociedad intenta sobrevivir al grito de “sálvese quien pueda” No obstante, no superaremos la miseria a la que nos han condenado con las mismas conductas que nos llevaron a ellas, sino todo lo contrario. Saldremos de la Gran Depresión cooperando, solidarizándonos y defendiéndonos de los agentes económicos institucionalizados, o de lo que es lo mismo, defendiéndonos de las instituciones públicas mercantilizadas.
Acabar con aquellas instituciones que imponen intereses económicos sobre los derechos de las personas es una prioridad. Algunos creen que la defensa de los derechos y el enfrentamiento con las instituciones debe ser en la calle, a través de la movilización social. Otros creen que, además de luchar en la calle, debemos acabar con las instituciones recuperándolas para los ciudadanos.
NO se trata de acabar con la Justicia porque estén desahuciando de forma inmisericorde a personas indefensas, sino de poner la Justicia al servicio de los ciudadanos. De la misma forma, no se trata de acabar con las leyes, sino de cambiarlas para que protejan a los débiles, en lugar de perpetuar los privilegios de los poderosos.
Participar en la vida pública, y cambiarla, es una obligación de aquellos que quieren ayudar a sus semejantes. Excluirse y buscar sólo el enfrentamiento, sólo puede traer dolor y sufrimiento. Por eso, si queremos cambiar las cosas, tenemos que participar en ellas.
A nadie le cabe ninguna duda que nuestro sistema político de convivencia, el contrato social, debe cambiar. La democracia directa, en sustitución de la democracia representativa será, sin duda, el sistema por el cual se regirá la vida pública en el futuro. Las personas romperemos todas aquellas barreras que nos separan de las decisiones públicas. Será entonces cuando recuperemos las riendas de nuestro destino. Sin duda, lo haremos cuando estemos preparados.
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