En toda relación económica existen dos partes: una oferta y una demanda. El resultado de esta relación es lo que conocemos como mercado. Una forma clásica de entender la oferta consiste en dividirla en tres factores productivos: La tierra, el trabajo y el capital (es decir el dinero). Oferta y demanda interactúan estimulándose o reprimiéndose creando los ciclos expansivos y las depresiones.
Es un error creer que la crisis actual comenzó en el factor tierra. La crisis inmobiliaria fue resultado de la falta de valores en el mercado de capitales. Las nuevas tecnologías conllevaron la liberación de beneficios que no fueron invertidos en investigación, desarrollo y sostenibilidad, sino en inversiones especulativas que sustituían la sensatez por la codicia. La falta de ética en el capital provocó la crisis inmobiliaria que se transmitió a todos los mercados de factores.
Para entender las causas y sus soluciones, comenzaremos por estudiar la crisis del capital. Las innovaciones de las últimas décadas liberan una ingente cantidad de beneficios y ahorros que fueron depositados en los bancos. Éstos se encontraban presionados para obtener una mayor cantidad de beneficios, así que optaron por inversiones más arriesgadas que daban una retribución mucho más alta que el tipo de interés de mercado.
Este proceso continuó gracias a la capacidad de los bancos de expandir la base monetaria aumentando su crédito. Un euro depositado en la cuenta se convierte en 51 gracias a la legislación que les permite prestar el 98 % de las cantidades depositadas. La cantidad que están obligados a mantener como reservas es conocida como coeficiente de caja. La fórmula matemática de la expansión crediticia es
1
Coeficiente de Caja
¿ Es esta la causa de la recesión? En realidad no lo es, es la causa de que se haya multiplicado. De la misma forma que en periodos expansivos la existencia de más financiación "multiplica" el crecimiento económico, en épocas de recesión se convierte en "divisor" de la oferta monetaria multiplicando los efectos de la crisis.
Cuando la tierra se convirtió en un producto de inversión los agentes no compraban tierra para producir o trabajar, sino para venderla más cara y lograr un beneficio. Esto conllevó un encarecimiento del factor tierra, mermando la productividad de la economía. La economía se convirtió en un fatal juego de inversores bailando alrededor de las sillas, al son de una música que tarde o temprano tenía que terminar. Y cuando terminó no se quedó uno sin silla, se quedaron todos.
No se trata, tan sólo, de reducir el coeficiente de caja para evitar expansiones excesivas y recesiones destructivas, también se debe regular el destino de nuestros ahorros y beneficios.
El crédito ha desaparecido de la economía, pero volverá cuando se recupere la confianza en los factores productivos. ¿Cómo se reinstaura la confianza?
Estableciendo máximos en las inversiones de los bancos, tanto por sectores como por prestatarios. Los bancos deben diversisificar y racionalizar sus carteras de inversión. No se deben esperar rentabilidades de dos dígitos indefinidamente, puesto que no son compatibles.
Los acuerdos de Basilea III (normativa bancaria internacional) logran avances en este proceso de racionalización de las finanzas, exigiendo mayor cantidad de recursos propios a los bancos y reduciendo su coeficiente de caja.
Esto impedirá expansiones de los balances de los bancos que pueden conllevar desequilibrios insostenibles en el medio plazo. No obstante, falta avanzar con la calidad de estos balances. Las posiciones de riesgo de los bancos deben ser conocida, y la contabilizaciones de las inversiones claras.
Los bancos todavía tienen riesgos fuera de balance que no pueden ser cuantificados. Asimismo el destino de sus inversiones sigue siendo opaco para el supervisor. Cuando tengamos unos bancos transparentes , con balances de cristal, recuperaremos la confianza en ellos y el dinero volverá a circular, no a la misma velocidad que antaño, pero a una velocidad más sostenible y menos arriesgada.
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