sábado, 17 de julio de 2010

La liquidación de la Justicia

El joven y valiente juez Miguel Ángel Torres, instructor entre otros, del caso Malaya, declaraba recientemente que ni se sentía representado ni defendido por el Consejo General del Poder Judicial. estas declaraciones han tenido una profunda repercusión en la judicatura, que ha comenzado un autentico proceso de reflexion.

Los problemas de la Justicia en España comienzan en la transición. Dos instituciones se quedaron fuera del proceso constituyente, el poder local, y el judicial.

Distintas consecuencias han tenido con el paso del tiempo. La falta de poder recaudatorio de los Ayuntamientos les ha empujado a convertirse en auténticos cómplices de la especulación. Su falta de control los ha convertido en el principal foco de clientelismo y tráfico de influencias masivo

Con respecto a la Justicia, los gobiernos socialistas se perctaron que la Justicia independiente se convertía en un contrapeso a su poder omnimodo, lo que no estaban dispuestos a tolerar. Recuerden las declaraciones de Alfonso Guerra:

¿ Es que no hay nadie que les diga los jueces lo que tienen que hacer?
El problema lo solucionaron con la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial que convirtió al poder judicial en un apéndice del poder legislativo, al servicio de los partidos políticos. Orgulloso de su obra, Alfonso Guerra declaroque Montesquieu había muerto. Se refería a la muerte de la division de poderes, que solo existía ya en los libros. Desde entonces cinco han sido las cadenas que mantienen a la Justicia cautiva de los partidos:
  1. El Consejo General del Poder Judicial. El supuesto órgano de representación y gobierno de los jueces es en realidad, una malgama de juristas arrivistas con el poder, que obedecen ciegamente los dictados de los partidos que los nombran controlando a los jueces, a quien dicen representar.
  2. Las asociaciones judiciales. A nadie se le escapa que organizaciones como Jueces para la Democracia son simples portavoces de los partidos políticos entre los jueces. Todos son conscientes que si quieren progresar en la carrera judicial se tienen que integrar dentro de ellas. La obediencia y dependencia es la cualidad más valorada. A nadie se les escapa como sus principales dirigentes ( Margarita Mariscal de Gante, o Juan Alberto Belloch) son los que nombran a los pocos miembros "judiciales" del Consejo General del Poder Judicial.
  3. El Ministerio Fiscal. Deberían estar al servicio del bien publico, pero lo han sustituido por el bien políticos, es decir, las órdenes del gobierno de turno. En la cúspide de la cadena de mando se encuentra el Fiscal General del Estado, quien transmite las órdenes a sus obedientes subordinados en todas las partidas y jurisdicciones, fiscalía anticorrupción, Tribunales Superiores de Justicia, Audiencias Provinciales, o Juzgados de Instrucción.
  4. La Policía Judicial. El poder de los jueces radica en su capacidad de hacer ejecutar lo juzgado. Sin esta capacidad, la tutela judicial efectivas sería una mera ilusión. Los encargados de cumplir las resoluciones judiciales son, principalmente, la policía judicial, quien se encuentra total y absolutamente controlada por el comisario político de turno. En la actualidad Juan Antonio González García, Comisario General de la Policía Judicial, y fiel servidor de Alfredo Pérez Rubalcaba. Comenzó sus servicios al Estado socialista con el arresto de Roldán y actúa ahora como brazo ejecutor de la política de acoso y derivo contra la oposición, en busca de cualquier corruptela que convierten en un espectáculo público. El objetivo no es otro que desanimar al votante no socialista, y perpetuarse así en el poder.
  5. Carencia crónica de medios. ¿ Cómo van a investigar los jueces si apenas pueden atender las denuncias diarias de los ciudadanos? Resulta imposible para cualquier juez investigar los delitos de la clase política, por una cuestión de mera supervivencia. Si investigas no dictas 10 sentencias a la semana, y en ese caso te expedientan y te apartan. Un juez débil , es un juez controlado.

Desgraciadamente los ciudadanos hemos caído en la trampa de denostar a los jueces, cuando son ellos nuestra última esperanza. Tan sólo una alianza entre los jueces y los ciudadanos es capaz en este momento de vencer la dictadura silenciosa en la que se ha convertido la democracia española.

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