Lo más llamativo de la sentencia
malaya fue la cara de satisfacción de los condenados (de los absueltos, ni te
cuento) al comprobar como se hacía realidad la profecía de Julián Muñoz “ Al
final, con un buen abogado, no pasa nada”. La indignación ha recorrido a los
marbellíes y personas de bien, que ven como delinquir en este país es rentable.
Y es que si falla la Justicia , este sistema
quiebra, porque las personas que conformamos la sociedad no estamos dispuestos sufrir
la pobreza mientras otros se enriquecen a costa de nuestra miseria, y además
salen impunes.
El Ayuntamiento de Marbella no
recurre. Dice Muñoz (Ángeles) que es para recuperar rápidamente el dinero. Miente.
Lo hace con mucha frecuencia, y tan sólo le delata el acento cordobés que pone
subconscientemente al mentir.
Desde el fiscal a las acusaciones
particulares han recurrido la sentencia, de forma que el recurso municipal
sería irrelevante en cuanto a la ejecución provisional de la sentencia, en
cuanto a la ejecución de las multas y el retorno del dinero robado a los
marbellíes.
Dice Muñoz que lleva 7 años
pidiendo la reforma de la Ley
de Comisos del Estado para que el dinero vuelva al municipio. Miente. Entonces
pidió una reforma retroactiva del código penal, una aberración jurídica, cuyo único
propósito era aparecer ante la ciudadanía como adalid de la honradez y la
recuperación del patrimonio esquilmado.
Lo más preocupante de la
sentencia Malaya es la cantidad de delitos de blanqueo de capitales impunes “por
falta de recursos para probarlos” según el juez. Es decir, que como hay
recortes, los especuladores criminales que causaron la debacle económica se van
de rositas. Éste es el motivo por el cual el Ayuntamiento de Marbella no
recurre la sentencia. Cuando le
preguntan a la alcaldesa de Marbella sobre su opinión por la falta de castigo
de estos delitos responde “Lo que ha
ocurrido en el ayuntamiento hay que entenderlo”
Pues mira, yo no lo entiendo. A
no ser que el Ayuntamiento continúe haciendo negocio con los mismos
empresarios, hallados “no culpables” que no pueden alegar ser víctimas de los
corruptos, puesto que la situación se repetía una y otra vez, a iniciativa
empresarial Si los políticos que moran el Ayuntamiento de Mabella siguen haciéndose
“el sueco”, es posible que acaben en Suecia; amigos no les faltarán.
La corrupción sigue campando por
las Administraciones Públicas españolas, aunque ahora no se disfraza de
promotor inmobiliario, se disfraza de adjudicatario de obra pública, de cargos
de confianza, de convenios… En los próximos meses veremos privatizaciones, para
beneficiar a unos pocos amigos, perpetuando la miseria de la inmensa mayoría. Se
trata de ver hasta cuando aguantamos.
El gilismo fue una forma de hacer
política que no ha desaparecido. El despotismo cateto con el que nos chulean
nuestros los partidos políticos, resulta tan patético como caduco. Su tiempo
llega a su fin. Y demasiado tiempo han durado.
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