El corazón de Vicente Ferrer Vicente Ferrer dejó de latir esta noche a la 1:15 de la madrugada. Puede que su cuerpo descanse sin vida, pero su vida perdurará en el corazón de todos los hombres a los que amó, de una forma u otra.
Vicente vivió su vida tal y como le dictó su corazón. La importancia de su vida no radica en donde nació o donde murió, cuantos premios recibió, ni siquiera cuantos hospitales y albergues ha ayudado a construir. La verdadera importancia de Vicente Ferrer radica en cómo vivió.
A los 16 años ingresó en Partido Obrero de Unificación Marxista y partició en la guerra civil española, tras la guerra fue recluido en los campos de concentración de Argelès-sur-Mer primero, Hendaya después y finalmente en Betanzos. Tras cumplir condena por el simple hecho de por luchar comenzó a estudiar derecho. NO debieron gustarle mucho las leyes puesto que abandonó la carrera en 1944 e ingresó en la Compañía de Jesús. Lo hizo porque quería "ayudar a los demás". En 1952 es enviado a lndia como misionero de la Iglesia Católica, y ya nunca abandonará a sus hermanos pobres en riqueza pero ricos de corazón de las calles de Mumbai, Anantapur o Delhi.
Vicente fue una persona valiente, que se atrevió a buscar la verdad, y vivir como le dictaba su conciencia, en mitad de una sociedad que arrastra al individuo esclavizándole con ilusiones de felicidad en forma de comodidades y riquezas.
No crean que era una persona muy diferente a ti o mi. Lo único que le distinguió fue su valentía para aceptar la esencia de la vida tal y como es, y no tal y como mejor le convenía.
Resulta profundamente extraño que a pesar de todos los avances tecnológicos, científicos, culturales, cada día aumenten las diferencias materiales entre unas personas y otras. Las normas sociales de las que nos hemos dotado dan la espalda a la naturaleza de la vida, para adaptarse a la conveniencia de un mal entendido progreso.
Vicente demostró que es posible vivir de acuerdo con las normas de la naturaleza, en harmonía con los demás, sin estar sometidos a la dictadura de Nike, las anteojeras de Google o la tutela moral de Yola Berrocal. Tuvo el valor de liberarse, porque encontró el valiente que habita en cada uno de nosotros.
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